El debate sobre la inmigración es uno de los más polarizados en la política actual. Desde la derecha, se repiten discursos que estigmatizan a los migrantes, acusándolos de «quitar empleos» o «aumentar la inseguridad”.

Sin embargo, esta narrativa simplista oculta las verdaderas causas de los problemas económicos y sociales: un sistema que precariza el trabajo y beneficia a unos pocos.
La respuesta progresista no debe caer en la demonización del migrante, sino en señalar a los verdaderos responsables: los empresarios que explotan la mano de obra y las políticas que favorecen la especulación.
1. Los inmigrantes nos quitan el trabajo: ¿Mito o realidad?
Uno de los argumentos más repetidos por la derecha es que los inmigrantes «roban» empleos a los nacionales.
Sin embargo, esta afirmación ignora varios factores clave:
— Los trabajadores migrantes suelen ocupar puestos que la población local rechaza (trabajos agrícolas, construcción, servicio doméstico, etc.), muchas veces en condiciones de explotación.
— El problema no es la migración, sino la precarización laboral. Muchas empresas contratan a migrantes en negro o con salarios más bajos para abaratar costos, pero esto no es culpa del trabajador, sino de quienes aprovechan su situación de vulnerabilidad.
— Los datos muestran que la migración no aumenta el desempleo. Según estudios de la OIT y la OCDE, los migrantes contribuyen al crecimiento económico y, en muchos casos, cubren vacantes en sectores con escasez de mano de obra.
La verdadera pregunta no debería ser ¿por qué vienen los inmigrantes?, sino ¿por qué los empresarios prefieren contratar a personas desesperadas en lugar de ofrecer condiciones dignas a todos?.
2. Los inmigrantes generan inseguridad: Un discurso basado en el prejuicio.
Otro mito recurrente es asociar migración con delincuencia. Este argumento, amplificado por medios sensacionalistas, carece de fundamento estadístico:
— En la mayoría de los países, las tasas de criminalidad entre migrantes son iguales o incluso menores que las de la población local.
— La marginación y la falta de oportunidades sí pueden llevar a situaciones de conflicto, pero esto no es exclusivo de los migrantes: afecta a cualquier grupo excluido.
— El verdadero problema de seguridad viene de la economía sumergida y la explotación laboral, no de las personas que huyen de la pobreza o la violencia.
Culpar a los migrantes de la inseguridad es una estrategia para desviar la atención de problemas estructurales, como la falta de políticas de integración.
3. El verdadero enemigo: Los que dividen a la clase trabajadora
La derecha utiliza el miedo a la inmigración para dividir a los trabajadores y evitar que luchen por mejores condiciones. Si un grupo es visto como «competencia», es más difícil que se unan para exigir salarios dignos o derechos laborales.
Pero la realidad es que:
— Un migrante explotado hoy puede ser un nacional precarizado mañana. Si permitimos que se vulneren los derechos de algunos, tarde o temprano afectará a todos.
— Los empresarios se benefician de esta división. Mientras los trabajadores discuten entre sí, ellos siguen recortando salarios y aumentando sus ganancias.
La consigna progresista debe ser clara: «Los derechos laborales no tienen nacionalidad».
4. Soluciones progresistas: Regularización, derechos y justicia económica
En lugar de criminalizar a los migrantes, las políticas deberían enfocarse en:
— Regularizaciones masivas: Dar papeles a quienes ya trabajan y contribuyen a la economía.
— Leyes laborales fuertes: Perseguir a las empresas que explotan trabajadores, sin importar su origen.
— Vivienda accesible: Frenar la especulación inmobiliaria que afecta a locales y migrantes por igual.
— Integración real: Inversión en educación, sanidad y programas sociales que beneficien a todos.
Conclusión: «La explotación no tiene pasaporte. Los derechos sí deberían tenerlos»
El discurso antiinmigrante es una cortina de humo para ocultar los verdaderos problemas: un sistema económico que precariza el trabajo y beneficia a una minoría.
Los trabajadores no somos enemigos entre nosotros. La lucha debe ser contra quienes nos dividen, no contra quienes comparten nuestra misma explotación.
La próxima vez que alguien diga «los inmigrantes son el problema», recordemos: el problema no son las personas, sino un sistema que necesita cambiar.