Todavía estamos a tiempo

Todavía estamos a tiempo.

El 21-D parece que definirá el devenir más inmediato del país.

La –casi segura– reunión del próximo día 21 definirá previsiblemente todo el desarrollo político del año 2019, al menos en cuanto a convocatorias electorales se refiere.

De salir airoso el Gobierno del envite del 21-D podría comenzar a hablarse tímidamente de cumplir con la presente Legislatura.

De no ser así, –lo más probable– volveremos a la diaria ruleta apostando por marzo, mayo u octubre.

Y en esta tesitura se nos irá un año crucial, con una posible nueva crisis asomando, a los españoles –como de costumbre– nos cogerá con el paso cambiado.

Tener que intervenir la Autonomía catalana –mas allá de un fracaso político– debería ser considerado un fracaso colectivo de la sociedad española en su conjunto.

Una intervención no debería ser considerada –en ningún caso– como una victoria política, pero en la ciénaga partidista que se avecina, seguro veremos a la derecha regocijarse ante tal circunstancia.

Los herederos del «cuanto peor, mejor» no dejarán de atizar la hoguera en su propio beneficio obviando el objetivo de toda democracia que no es otro que colaborar en la consecución del bien común de la sociedad.

En todo este maremagnum emergen nuevos actores –en esta ocasión por la extrema derecha– que agitan el imaginario de cuestiones pasadas y cuasi olvidadas.

En tiempos de crisis los charlatanes que ofrecen soluciones sencillas a problemas complejos surgen por doquier –y en este caso– tanto a izquierda como a derecha.

Por la izquierda hemos sacado en claro dos cosas, una purga sin límites al estilo de «los inmortales», sólo puede quedar uno y un chalet en la sierra. Y aquí se acabó la revolución de los snobs.

Por la derecha está por ver lo que puede ocurrir, pero le auguro todavía menos futuro que a los snobs podemitas en un país que, espero y deseo, esté vacunado contra veleidades de esta extrema derecha nostálgica.

Posiblemente 2019 nos deparará una nueva victoria electoral del PSOE –veremos si suficientemente amplia para definir la política del país–, la redefinición de la derecha entre los dos –o tres– actores actuales y el definitivo derrumbe del experimento de Pablo M. Y quizá el resurgimiento de una nueva Izquierda Unida fuera de las garras de advenedizos como Garzón y manipuladores como Anguita –el dedo gordo de la pinza–.

Nos espera un año intenso, al menos en lo político.

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