Pedro vs Joaquín y Sánchez vs Torra.
Ni Pedro se dejó engatusar por Joaquín, ni Sánchez engañó a Torra.
Pedro Sánchez marcó las líneas rojas de manera clara, comenzando por la defensa de la vigencia del texto constitucional y relegando cualquier tipo de negociación a lo técnicamente posible, es decir, podemos hablar de todo pero negociar –lo que se dice negociar– solamente se negocian las cuestiones que permite el marco autonómico, exactamente igual que con el resto de autonomías, porque eso es Cataluña una autonomía como cualquier otra dentro de España.
Cualquier persona puede creerse alto, guapo y hasta inteligente pero la realidad te atraviesa a diario y te situará al mismo nivel del español medio, ese mismo español que en Cataluña es mayoría y no se declara independentista.
Con esa mayoría es con la que se ha reunido Pedro Sánchez y a esa mayoría deberían ir dirigidos –a partir de este momento– todos los pasos que ha de dar el ejecutivo.
Por contra Joaquín se ha reunido con un –muy disminuido– grupo de fanáticos representado por la ANC, la CUP y poco más.
Su mensaje suena a cantinela memorizada automáticamente, ese tipo de aprendizaje que no consigue sostener sus ideas con ningún tipo de fundamentación rigurosa mas allá del inútil repiqueteo continuo de consignas mas cercanas al activismo radical vacuo que a la acción política con fines realistas.
La reunión era arriesgada –un órdago en toda regla– y a raíz de lo que sabemos a día de hoy no le ha salido nada mal al PSOE de Sánchez.
La mayor parte de las respuestas a las pretensiones de Joaquín han sido no.
No habrá autodeterminación.
No habrá independencia.
No se realizarán mas consultas amañadas como la del 1-O.
No habrá injerencia en las causas judiciales en curso, los políticos –presos por sus fechorías y no por sus ideas– seguirán la senda que marque la justicia.
La posición parece haber quedado clara por parte del Gobierno Central.
Por su parte Joaquín –el encargado de Puigdemont– ha llegado a Moncloa con la acuciante necesidad de enterrar el proceso catalán y de paso que no se notase en demasía.
Joaquín Torra se marchó contento por el mero hecho de poder hablar de todo sin negociar absolutamente nada –difícil encontrar un planteamiento más absurdo y banal– y como es lógico se presentará ante su reducido grupo de fanáticos con las manos vacías y un proceso finiquitado.
Torra no representa una mayoría social en Cataluña, por contra lo que tenemos ahora mismo son dos partidos –ERC y JxCAT– totalmente enfrentados y una CUP que ha perdido ya todo contacto con la realidad social.
Una vez acabada esta reunión –más bien acto de sumisión al poder central–, el amigo Torra bien podría cambiar su billete de vuelta a Barcelona por un viaje directo a Berlín para quedarse allí una temporada paseando las avenidas junto a Puigdemont pues el recibimiento por parte de los sectores separatistas va a ser peliagudo.
Una reunión –solamente una– ha bastado para iniciar la retirada de todo el andamiaje falaz que rodeaba al independentismo.
Parece ser que Torra –amenazante– le espetó a Sanchez que «no tenía nada que perder» y en ese mismo momento bravucón del que hizo gala se definió a si mismo como un mal activista que no sabe medir sus fuerzas y mucho menos jugar al mus.
Y para finalizar la partida –Pedro Sánchez– le ha colocado a Joaquín Torra, en sus propias cárceles a sus colegas para que los cuide y vigile y al mismo tiempo para que le sirvan de ejemplo.
Mejor no podía salir.
Bona nit.