Pablo M. ¡¡¡Dame los telediarios!!!

Pablo M. ¡¡¡Dame los telediarios!!!

Como solemos decir coloquialmente, un fantasma, no tiene otro nombre.

Las obsesiones personales de Pablo M. Están mucho más cercanas a la catadura moral de un dictador que a la de un demócrata, ese afán por controlar los medios de comunicación ha puesto en evidencia las verdaderas intenciones de este pobre aprendiz de político.

Pablo M. no aspira a puestos de «gestión», un ministerio o una consejería de Comunidad, lo que anhela es un puesto de «control» desde el que poder decidir de una manera omnímoda sobre la vida de sus súbditos porque –ténganlo claro– lo que Pablo M. desea son ciudadanos que le admiren y sobretodo que le obedezcan ciegamente –es decir, súbditos–.

Y para que quede bien claro es el mismísimo Pablo M. el que llama a Ana Pardo de Vera (una podemita irredenta) y le espeta aquello de «yo soy el que decide y he decidido ponerte a ti», es decir, que tengas claro a quien le debes tu puesto, por si acaso.

Pero la arrogancia de ambos –Pablo M. y Pardo de Vera– hizo saltar por los aires el chanchullo podemita para subyugar a TVE.

Lo más preocupante es que todo esto parece haberse llevado a cabo con la aquiescencia del Gobierno de España.

Analizado lo ocurrido con una cierta benevolencia podríamos pensar que Pedro Sánchez –en un gesto calculado– puso en manos de Pablo M. el caramelo de TVE para poner en evidencia su carencia absoluta de inteligencia y de paso que pudiésemos ver en primer plano como se las gasta este «pequeño dictador» cuando se le da un poquito de cuerda.

Si fuese así daría por bueno el revés sufrido ante la opinión pública pues dejar en evidencia la mentira y falsedad de estos pseudopolíticos bien se merece un pequeño sacrificio.

Además de constatar la estulticia del líder podemita, Pedro Sánchez –el Presidente del Gobierno– ha podido verificar –de primera mano– lo que era un secreto a voces, Pablo M. no es un socio de fiar, su fin último sigue siendo el mismo que ya planteó a sus acólitos en el pasado y no es otro que acabar con el Partido Socialista.

El objetivo podemita no ha cambiado y aunque las circunstancias obliguen al PSOE a contar con el concurso de sus votos debe guardarse muy mucho del abrazo del oso que siempre ha pretendido –y todavía pretende– darle Pablo M.

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