Amnistía, regreso al pasado.
Los españoles –da igual que sean gallegos, vascos, catalanes, extremeños, canarios, andaluces, etc– somos difíciles de contentar.
Nunca consideramos los logros de nuestros vecinos o de nuestros antepasados como algo digno de ser respetado o defendido ante un tercero que nos pueda cuestionar.
Han pasado 79 años del final de la Guerra Civil y más de 40 de la muerte –en la cama– del dictador y seguimos empeñados en la labor de hacer saltar por los aires todos los acuerdos políticos a los que llegó durante la transición, una generación de españoles que habían sufrido en primera persona los rigores –primero– de la guerra y –posteriormente– de la posguerra y el régimen dictatorial.
Esa generación, que sí, ellos sí, sabían de lo que estaban hablando, decidieron –en ese momento crucial de nuestra historia– mirar hacia adelante e impulsar un camino hacia la democracia, que según las palabras de Marcelino Camacho –portavoz del grupo comunista– «comienza con la política de reconciliación nacional»….»¿Cómo podríamos reconciliarnos los que nos habíamos estado matando los unos a los otros, si no borrábamos ese pasado de una vez para siempre?».
La ley de amnistia contribuyó al asentamiento de la incipiente democracia española y se pretendió con su aprobación «promover la reconciliación de todos los miembros de la nación».
La controversia suscitada por pseudo-partidos como Podemos –en donde impera el pensamiento único– no busca mas que agitar a la sociedad con nebulosos fantasmas del pasado que no va a rendir ningún beneficio a la convivencia de este país –mas bien al contrario– moverá a revisiones revanchistas por ambos bandos y seguro que acabará enzarzando a nuestros políticos en debates estériles y enfangando –aun mas si eso es posible– el desarrollo de la vida pública de nuestro país.
Otros partidos –con algo más de sentido común– como el PNV «consideran irrelevante el debate por no quedar personas vivas a quienes se pudiera juzgar por los presuntos delitos de genocidio o lesa humanidad».
No fue la Ley de Punto Final, fue una conquista de la izquierda. Y estos que voy a citar –entre muchos otros– aplaudieron desde sus escaños esa Ley de amnistía.
Dolores Ibárruri Gómez, Santiago Carrillo Solares, Marcelino Camacho, Simón Sánchez Montero, Ramón Tamames, Rafael Alberti, Ignacio Gallego, Tomás García, Fernando Soto, Manuel Benítez Rufo, Gregorio López Raimundo, Antoni Gutiérrez Díaz, Cipriano García Sánchez, Jordi Solé Tura, Joan Ramos, Josep Mª Riera, Dolors Calvet, Josep Solé Barberá, Emérito Bono y Pilar Brabo Castells.
Jugar con los sentimientos de la gente y exacerbar las actitudes frentistas no son un ejercicio precisamente de responsabilidad social y los partidos políticos que supieron –en su momento– traer la democracia a este país, harán bien en defender lo que en su momento se estableció en aras del bien común de la sociedad española, y ejerciendo la fuerza de los votos –la democracia– parar los pies a los insensatos que no buscan más que su minuto de gloria en un telediario, su tweet ingenioso del día o el reconocimiento de sus acólitos para creerse a si mismos como salvadores de la patria.