Los partidos políticos se han convertido en organizaciones «endogámicas» que rechazan la incorporación de miembros ajenos a su grupo social o familia, y precisamente por esto, han dejado de ser referente para nuestra sociedad porque en ellos son ya mayoría los que nunca han tenido ningún tipo de responsabilidad o trabajo fuera del partido.
Las organizaciones políticas priman la obediencia ciega y la adulación a la autoridad, es decir, el «servilismo» en el peor de sus sentidos.
Y es aquí donde los partidos sitúan a sus organizaciones juveniles, léase Juventudes Socialistas, Nuevas Generaciones, etc,…
Los mayores tienden a creer que los jóvenes están ahí para aplaudir sus gracias con fervor y realizar las labores de intendencia más ingratas sin rechistar ni plantear ningún tipo de objeción.
Desde el punto de vista de sus mayores han de aportar al partido vitalidad, jovialidad, frescura y en estos tiempos tan tecnológicos, conseguir que los diversos cacharros funcionen.
Habrán observado que hasta este momento no hemos hablado para nada de participación, corresponsabilidad, posicionamientos ideológicos, o cualquier otra faceta política que implique «pensar».
Es aquí, en este punto, donde surge el conflicto, el «aparato», es decir esos que manejan a su antojo el partido como si de su cortijo se tratase, exigen a los jóvenes «obediencia ciega» sin ningún tipo de cuestionamiento a sus decisiones. Y si estos se caracterizan por su sentido crítico, sus ganas de trabajar y aportar su visión de la realidad, el resultado suele ser «apartarlos» y condenarles al ostracismo.
La casta política, ese reducido grupo de políticos perpetuos, han aplicado y aplican a sus jóvenes promesas, sobretodo a las que muestran un mínimo sentido crítico, la más férrea «ley mordaza», intentando de esta manera salvaguardar sus poltronas por el máximo tiempo posible, promocionando solamente a los más serviles y obedientes, creando con ello una red clientelar de reparto de prebendas, salarios inmerecidos y en los casos más extremos corrupción.
Los jóvenes, en sus correspondientes organizaciones, han de alzar su voz, no pueden sucumbir al chantaje emocional de los «colocados» y si en un momento determinado hay que plantarse,…
¿Acaso no es eso la revolución?
Es este sistema el que esta acabando con los partidos tradicionales y nosotros aquí, en nuestra particular esquinita, no nos libramos de este mal.