Una vez en la vida

La campaña se venía desarrollando «al trote», algo así como que ni fu ni fa.

Pero «machete», digo Cañete se dejó ir, y en lugar de temerse a si mismo, nos metió el miedo en el cuerpo a todos.

A esas horas de la mañana en las que uno escucha distraídamente el juego de tertulianos, noticias y sucesos, todo servido al mismo tiempo, surgió la chispa del día, de la semana y si me apuran, del mes entero.

Ese prohombre, ese faro que había de guiarnos a la conquista, una vez más, de Europa se mostró tal cual; como es en la realidad.

A esas horas seguramente pensaba que estaba todavía tranquilamente sentado en la cocina de su casa charlando con su esposa y se despachó a gusto, dijo lo que pensaba mas allá de cualquier consigna de campaña o estrategia de comunicación.

Y cada día que pasa sin una disculpa, sin una rectificación, mucho peor.

Pero no se hagan ilusiones porque las disculpas, cuando son «sinceras», se presentan casi al instante y cuando alguien cree que lo que está diciendo es la verdad, «la santa verdad» pues no ve la necesidad de disculparse.

Es decir, este señor es así, no le den más vueltas.

La Espe ha salido en su defensa en las últimas horas diciendo algo así como que «todos los políticos tienen comportamientos similares», es decir, todos son iguales.

Pues yo sinceramente quiero creer que no, que no todos son iguales y que esta forma de proceder no ha sido, como dicen, una «frase desafortunada», sino más bien ha sido una declaración política de calado, nos ha confirmado lo que muchos nos temíamos, a saber, que la derecha nunca se ha tomado en serio este tema.

Se han camuflado con lo de «amigos y amigas», «compañeros y compañeras» y esa forma de pervertir el lenguaje se ha mostrado del todo ineficaz para cambiar las convicciones más profundas de estos políticos.

Y era lógico, es fácil y estúpido cambiar la «forma» de hablar, pero el «fondo» es otra cuestión.

Estos que así se expresan ante una mujer se encuentran todavía un paso por detrás de la UCD y AP, se basan en sus ideas y «creencias» de los años 40 y 50, «añoran» los tiempos del velo, la mantilla y las procesiones bajo palio.

Este gobierno no es un sarampión que se pasa en pocas semanas, estos son los que están haciendo desaparecer muchos de nuestros derechos y conquistas como la educación pública, la sanidad, el aborto, la igualdad, la dependencia.

Pero lo que más me preocupa es que se han dado cuenta de que nadie les hace frente, están crecidos, y cada día nos someten a su ideario con más soberbia y prepotencia.

Yo por mi parte, una «dictadura», sólo estoy dispuesto a pasarla «una vez en la vida».

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