Partidos cobardes, insensatos y pejigueras.
El adjetivo cobarde se aplica a aquel que carece de valentía para realizar una acción de riesgo.
En estas últimas dos semanas hemos asistido a un espectáculo digno de una cobardía histórica.
C’s –ese partido ultrabisagra– ha paseado durante estos últimos días su cobardía por todos los medios de comunicación.
No es de recibo pactar con la ultraderecha y negarlo a lo largo y ancho del país pretendiendo que los electores somos unos ineptos desinformados.
El pacto andaluz –el pacto de la vergüenza– es un pacto a tres sin ambages y C’s nos ha mostrado claramente su falta de vergüenza al admitir sus votos y su cobardía al negarlo públicamente.
El adjetivo insensato hace referencia a la ausencia de sensatez: es decir, de buen juicio, prudencia o sabiduría.
El insensato Partido Popular de Casado actúa sin madurez, reflexión o cordura.
Es de insensatos aliarse para gobernar con un partido de las hechuras de Vox y pretender no contaminarse con sus postulados.
El Partido Popular ha pasado de la prudencia marianista a un delirium tremens diario que lo aboca –no ya a su derechización– sino incluso a poco que se descuiden a su propia desaparición como organización política.
La fuga de votantes tanto a su derecha –Vox– como a su izquierda –C’s– pone en serio peligro al otrora aglutinante de la derecha de este país.
De lo que no se le puede acusar es de cobardía pues han pactado, han firmado y se han hecho la foto con una alegría digna de una boda por todo lo alto –veremos cuánto les dura–.
También tenemos partidos pejiguera, que se definen bien como esa cosa molesta y de poco provecho que trae muchos problemas y dificultades.
Algo así como aquel que protesta y patalea por cualquier decisión que tome el oponente sin proponer ninguna alternativa viable para de este modo poder seguir pataleando, pataleando, pataleando,… Bueno y de vez en cuando entre protesta y protesta se hacen una pequeña purga interna que los purifique y de esta forma seguir predicando ese adanismo tan impropio, como si el mundo lo hubiesen inventado ellos.
Hasta aquí parecería que la desesperanza domina la política española pero quiero creer que ante el constante desafío soberanista habrá algún político valiente, ante la tentación de solucionar los problemas de un país tan complejo con recetas de libros de autoayuda habrá algún político sensato y para acallar tanto ruido de los pejigueras de turno habrá un político resolutivo.