Cultura de partido o democracia.
El encabezado plantea un conflicto nada banal.
La disyuntiva se presenta muy clara, o democracia o cultura de partido, tendremos que elegir pues ambos conceptos son excluyentes entre si.
El choque entre estas dos realidades está servido pues en estos momentos se impone entender que democracia significa algo muy distinto a lo que representa la cultura de partido como concepto.
Creo firmemente que la cultura de partido es una de las mayores causas del progresivo alejamiento de la clase política de sus propios militantes y se ahonda mucho más este alejamiento cuando lo que hemos de evaluar es el seguimiento de los votantes.
Tanto los viejos partidos como los –falazmente llamados– nuevos partidos son estructuras refractarias a cualquier intento de control por parte de los ciudadanos.
Es precisamente la cultura de partido la garra que atenaza ahora mismo a Podemos pues una vez culminada su transformación en partido político les ha faltado tiempo para reproducir los mismos vicios que criticaban al resto e imponer férreamente las decisiones y desvaríos de su líder.
Se impone otra forma de entender la democracia y su práctica en el día a día, se ha acabado la vieja monserga del voto cada cuatro años con el cual parecía que nuestro mayor afán era delegar nuestra responsabilidad, ahora la ciudadanía quiere participar y no sólo votar.
En estos dos últimos años hemos tenido una fantástica representación de la cultura de partido encarnada ésta por todos aquellos que de una manera u otra tuvieron a bien practicar el acoso y derribo de Pedro Sanchez de la Secretaría General del PSOE.
Esos eran los que rebosaban cultura de partido pretendiendo ser los genuinos representantes de los signos de identidad del partido y anteponiendo siempre una visión política que se reduce a la búsqueda del bien para el partido, olvidándose de los que han de ser su objetivo, los ciudadanos, la sociedad.
La cultura de partido llevada a su máxima expresión desemboca siempre en la suplantación de los objetivos del partido –de cualquier partido– por los de su élite de mandatarios –aparatchik– que solamente obedece al objetivo primordial de perpetuarse.
Todavía hoy en el PSOE se mantiene ese abismo desgarrador que ha provocado la maldita cultura de partido, pues no se ha podido culminar la regeneración –necesaria a todas luces- y el famoso zurcido que anunció en su día Susana Díaz no ha llegado a producirse y creo que con los próximos meses que se avecinan de constantes consultas electorales se hará un llamamiento al cierre de filas ante el adversario político, otra vez la cultura de partido llamando a la unidad, esa misma que siempre tiene como resultado acabar con la pluralidad.
El desafío no es ganar las próximas elecciones –esa sería una victoria pírrica– el verdadero desafío es abrirse a una verdadera regeneración democrática y alcanzar así a la democratización de la política.
Perseverar en los postulados ya conocidos de la cultura de partido no conseguirá más que perpetuar una agonía que indefectiblemente provocará la desaparición de mas de un partido político.