Sold out! Agotado, este será el cartel que luzca casi de inmediato nuestra isla.
Estos cuatro últimos años se ha desarrollado, desde la administración, una política turística sensata y como resultado de ello, nos encontramos prácticamente al límite de nuestra capacidad de alojamiento.
Para una isla eminentemente turística como la nuestra esta habría de ser una gran noticia que a su vez conllevase otras de la mano como el pleno empleo.
Pero está claro que aun cuando nuestra principal actividad económica se encuentra en su mayor esplendor ocupacional no ocurre lo mismo ni con la contratación de personal, ni con sus condiciones de trabajo y tampoco con sus remuneraciones.
El nivel de actividad y de ocupación no consigue convencer a la patronal para que asuma una mínima ampliación de plantillas lo cual provoca simultáneamente dos desagradables consecuencias, por una parte una «erosión» paulatina de la calidad del servicio prestado, arrastrando consigo la «imagen» del destino turístico en cuestión.
Y otra consecuencia, mucho más inmediata, es la «degradación» de las condiciones de trabajo del personal, o lo que es lo mismo, plantillas ajustadas en exceso y largas jornadas para cubrir las necesidades de los establecimientos, además, el tener controlado el mercado laboral y la falta de otras oportunidades laborales en la isla permiten a la patronal del sector presionar los salarios a la baja.
El escenario que se plantea es el de una economía basada en un sistema pernicioso que exprime al máximo las capacidades que se le ofrecen en la isla y a cambio evade los beneficios al exterior.
La administración pública, una vez cumplida su misión de promoción debe fijar su objetivo en las condiciones de trabajo que se aplican en el sector.
La calidad de los servicios que prestamos a nuestros visitantes es lo que consigue «fijar» en su recuerdo una buena experiencia de su paso por nuestra isla.
Un trabajador mal pagado o exhausto debido a interminables jornadas de trabajo no es la mejor forma de promocionar Fuerteventura.