Los resultados de Fuerteventura no pueden ser calificados de «fracaso» pero tampoco de «triunfo», nos ha faltado algo.
Nos ha faltado algo fundamental, ambición y renovación.
En uno de los peores momentos del nacionalismo insular, nuestra apuesta ha sido pacata, pusilánime, cuando era el momento de la audacia, el momento de situar a los mejores al frente de un proyecto «renovador» que ilusionase a la ciudadanía.
Está claro, a la vista de los resultados, que esto no ha sido así. Nos hemos situado a rebufo de una «incierta» recuperación de voto a nivel nacional y con ese bagaje hemos salido a empatar.
Ni el descenso de CC, ni el descalabro del PP, ni tan siquiera la no concurrencia de los partidos «emergentes» han supuesto un acicate para la «recuperación» de la confianza que antaño nos dispensaran nuestros convecinos.
La falta de arrojo, de audacia y la apuesta por la «continuidad» sine die de las viejas políticas basadas en el ya manido «puedo prometer y prometo» nos han relegado a un segundo plano indignante.
Los ciudadanos no han percibido en ningún momento una posible alternativa ante el «agotamiento» evidente del proyecto nacionalista, y esta oportunidad perdida para dar respuestas de «calidad» ante la sociedad evidencia la «debilidad» de nuestras propuestas.
Como se dice vulgarmente, «ha corrido el escalafón» y se ha atendido más a criterios de «aparato» que a criterios de «valía» personal, intelectual o social.
Seguimos sin entender el mensaje que se comenzó a vislumbrar en las elecciones europeas y nos empecinamos en seguir un rumbo de «política vieja» sin pasión y sin coraje.
Los futboleros recordarán las palabras de Luis Aragonés «ganar, ganar, ganar y volver a ganar» y para eso necesitamos proyecto, ambición y renovación constante pero con buenos futbolistas, los masajistas no pueden jugar de delanteros.
Nos ha faltado algo en Fuerteventura, sin ambición ni renovación no se puede aspirar mas que al empate y a veces ni eso.