Una triste faena de aliño

Está la clase política metida de lleno en una vorágine de acontecimientos derivados de la corrupción galopante, las primarias en diversos partidos, las elecciones municipales, las autonómicas, las estatales, la preparación de las listas electorales y, como no, las disputas «familiares».

Es el momento del «navajeo», del «fuego amigo», y si no que le pregunten a Tania (IU) o a Pedro (PSOE).

El intenso «carajal» que hay montado en la izquierda española alimenta las esperanzas del PP, cada vez más fundadas, de salvar victoriosamente las próximas citas electorales, algo que, de producirse, proporcionaría a la derecha española la «coartada» precisa para profundizar en sus políticas neoliberales.

Pero ¿porqué el Partido Popular, enfangado en los casos Bárcenas, Gurtel, etc, podría ganar las próximas elecciones?

Evidentemente la culpa no sería del pueblo, si no de los partidos políticos que no han sabido, o no han querido, entender lo que está ocurriendo en la sociedad española. Es verdad que el Partido Popular ha defraudado la confianza que en el se depositó, pero en la margen opuesta esperábamos encontrar un referente, si no económico, al menos ético.

Creíamos que esta vez si, que esta vez, ante la corrupción galopante del partido del gobierno tendríamos una alternativa sólida, sincera y creíble. Pero parece que, salvo honrosas excepciones, porque no todos son iguales, los tiros no van por ahí.

Se comienzan a revelar en todas las formaciones los primeros atisbos de listas electorales y la decepción es tremenda.

En los partidos políticos existen tres tipos de militantes, los «rasos», el grupo más numeroso y ninguneado hasta el extremo, los «históricos», esos que lo han sido todo y comprenden que su hora ha pasado y dan un paso atrás y los del «aparato», esos que están encastrados manejando los resortes de los partidos y que se resisten a pasar al club de los históricos.

El férreo aparato de control evita la renovación y perpetúa los vicios propios del anquilosamiento ideológico. Si están atentos verán como en las próximas elecciones las candidaturas de las diversas formaciones estarán formadas por militantes dóciles ante la «curia» y sobretodo verán uds. como «corre» el escalafón y los «obedientes» cargos de confianza del pasado se transmutan en candidatos a concejalías, cabildos o parlamentos con la única virtud de la «obediencia debida».

A estas alturas está meridianamente claro que la tan cacareada «renovación» no toca en 2015, los políticos atenazados por sus propios miedos e intereses se han acogido a una «faena de aliño», es decir los mínimos cambios para mantener sus tristes parcelas de poder, esperando a que escampe y arriesgándose a convertir a sus partidos en irrelevantes en el panorama político, demostrando así, una vez más, su ceguera ante la situación.

Tal y como sentencia el dramaturgo francés, Pierre-Augustin Caron de Beaumarchais, «Mediocre y sabiendo arrastrarse, uno llega a todas partes.»

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