El miedo, la rabia y la desesperación no son cimientos sobre los que construir absolutamente nada, y precisamente eso es lo que está ocurriendo desde que comenzó la crisis económica.
La situación se ha deteriorado de tal manera, con la inestimable ayuda de nuestro bienamado presidente, que se ha creado una suerte de caldo primigenio en el que se entremezclan los ingredientes antes citados y los resultados que se atisban son inquietantes.
Hacia cualquier rincón que uno dirige la mirada no acierta a ver más que ira, odio y revanchismo, expresiones del estilo «el miedo cambia de bando», nos acercan a momentos ya olvidados en este país, nos intentan inculcar una falsa sensación de pertenencia a un «bando» que sólo se justifica en la estupidez del enfrentamiento y la aniquilación del contrario.
Se dan por buenos, desde esa visión maniquea de la sociedad, sentimientos como la venganza, el desquite y de esta forma se promueve, como en las sociedades feudales el «ojo por ojo».
Estas «viejas formas» de hacer política se alimentan de la mentira y la desinformación.
La «propaganda» presenta solamente un lado o un aspecto del argumento escondiendo los matices que envuelven a toda realidad.
Mediante el uso de la propaganda y la retórica se apela a prejuicios, emociones, miedos y esperanzas de los ciudadanos para ganar apoyo popular, estableciendo la «demagogia» como principal discurso.
Esta manera de proceder en política es profundamente inmoral y falta de ética, pero en estos momentos surge con fuerza, debido al caldo de cultivo que ha propiciado la crisis.
A esta forma tan zafia y mezquina de manipulación solamente podemos oponerle el saber, el conocimiento; la verdad.
Es cierto que ultimamente conocer la verdad de lo que ocurre se nos antoja harto difícil, pero aún siendo así no debemos renunciar a ello.
Como indicamos al inicio «sapere aude», o lo que es lo mismo «atrévete a saber» y no caigas en manos de falsos profetas y mesías catódicos.
Hace unos cuantos años Lenin dijo «todo el poder a los soviets», y el poder se lo quedó el politburó. Ahora el grito es muy parecido «todo el poder a los círculos» y el poder se lo quedó el secretario general.