
El 28 de septiembre de 2016, un poderoso sistema de tormentas azotó el estado de Australia Meridional y dejó sin luz a prácticamente todo el territorio. Más de 850.000 clientes (cerca de 1,7 millones de personas) se quedaron sin suministro eléctrico de forma simultánea. Al día siguiente el servicio se fue restableciendo gradualmente: 24 horas después del apagón ya se había recuperado la electricidad en el 90% de los hogares, aunque unos 70.000 clientes seguían sin luz. Las zonas rurales y del norte del estado fueron las más afectadas; en algunos casos la reposición de energía tardó varios días o incluso cerca de una semana.
Causas del apagón

La causa principal fue una tormenta histórica. Ese día se desató un temporal excepcional con vientos huracanados, al menos dos tornados y cerca de 80.000 rayos en pocas horas. El fenómeno meteorológico —considerado uno de los más extremos en 50 años— hizo colapsar al menos 22 torres de alta tensión que transportaban la energía, especialmente en la línea que lleva la mayor parte de la corriente desde el norte del estado. Al derrumbarse esas torres, los sistemas automáticos de protección se activaron en cascada para evitar daños mayores. Esos disparos de seguridad aislaron completamente la red del estado e incluso cortaron los interconectores de alta tensión que vinculan Australia Meridional con el resto del país. Como resultado, varias centrales eólicas del estado se desconectaron automáticamente ante las perturbaciones (tenían protecciones muy sensibles), lo que eliminó gran parte de la generación disponible. En resumen, fue una “tormenta perfecta”: un evento climático extremo combinado con vulnerabilidades en la red eléctrica. (Kangaroo Island, una isla cercana, no perdió el suministro gracias a que contaba con una planta de respaldo propia .)
Reacciones políticas y sociales inmediatas
La tormenta también provocó graves inundaciones y evacuaciones en el norte del estado, generando alerta social mientras los servicios de emergencia trabajaban contra reloj. Las autoridades pidieron a la población que abandonara temprano sus trabajos y se preparara a permanecer en casa, dado que se esperaban más lluvias y vientos fuertes . En el ámbito político se desató una acalorada polémica. El líder de la oposición estatal, Steven Marshall, exigió explicaciones inmediatas al gobierno local. Por su parte, el premier Jay Weatherill defendió la gestión gubernamental del desastre, calificando el temporal como “sin precedentes” y afirmando que poco se podía haber hecho para evitarlo. A nivel federal, el ministro de Energía Josh Frydenberg avaló los informes técnicos preliminares que descartaban que las renovables hubieran sido el detonante, pero aprovechó la ocasión para cuestionar los “objetivos irrealistas” de energía limpia de algunos estados. Estas declaraciones provocaron el rechazo de la oposición nacional: Bill Shorten criticó la politización de la crisis, mientras que el senador independiente Nick Xenophon calificó el apagón de “vergonzoso” y exigió una investigación completa. En general, la sociedad australiana mostró preocupación por la seguridad energética y el impacto de eventos extremos en redes cada vez más renovables.
Estrategias posteriores para reforzar la red
Tras el incidente de 2016, las autoridades estatales y federales implementaron múltiples medidas para mejorar la estabilidad del sistema eléctrico. Por ejemplo, se reforzaron líneas de transmisión, se incorporaron baterías de respaldo y se actualizaron normas del mercado. Entre las acciones más relevantes destacan:

• Instalación de grandes baterías: en 2017 se inauguró la batería de Hornsdale (unos 100 MW de capacidad) en colaboración con Tesla. Hasta entonces era considerada la más grande del mundo y ha sido clave para estabilizar la red y responder casi instantáneamente a variaciones de frecuencia.
• Revisión de protecciones eólicas: se recalibraron los sistemas de seguridad de los parques eólicos del estado para evitar desconexiones masivas ante caídas puntuales de tensión. Esto hizo que los aerogeneradores resistieran mejor las perturbaciones pequeñas, mejorando la resiliencia general .
• Fortalecimiento de la red de transmisión: se reforzaron las líneas de alta tensión dañadas y se instalaron torres temporales para restablecer rápidamente el suministro en las zonas afectadas, mientras se llevaban a cabo las reparaciones definitivas. También se aceleró la construcción de nuevos enlaces (por ejemplo, interconexiones con otros estados) para diversificar las fuentes de energía disponibles.
• Actualización regulatoria: las autoridades revisaron las normas del mercado eléctrico y los requisitos técnicos. Introdujeron servicios auxiliares mejorados (como capacidades de “arranque en negro” y regulación automática de frecuencia) y sanciones más estrictas para operadores que no cumplan los estándares. Estas reformas buscan garantizar una respuesta más rápida ante situaciones de alta demanda o fallos imprevistos.
En conjunto, estas medidas apuntan a que la red pueda integrar cada vez más energía renovable sin poner en riesgo la continuidad del servicio.
Debate: energía nuclear vs. renovables
Después del apagón se abrió un intenso debate sobre el futuro energético de Australia. El Partido Liberal opositor propuso incorporar energía nuclear como fuente base, a pesar de que la legislación vigente lo prohíbe. También sugirió frenar temporalmente el crecimiento de las renovables en nombre de la “estabilidad” del sistema. Sin embargo, estas ideas fueron rechazadas por la mayoría ciudadana por varias razones:
• Gestión probada de renovables: Australia ya había demostrado que las energías limpias pueden gestionarse bien (por ejemplo, en Australia Meridional con baterías y redes inteligentes).
• Costo y complejidad de la nuclear: la nuclear sigue siendo una opción “cara, lenta y legalmente prohibida” en Australia . Construir una planta llevaría décadas y enfrentaría fuerte oposición social.
• Opinión pública: imponer límites a las renovables resultó impopular en un país con abundante sol y viento, donde la energía eólica y solar residencial crecen rápidamente.
• Apoyo gubernamental a las renovables: el Partido Laborista defendió una política ambiciosa de renovables con almacenamiento y redes reforzadas. De hecho, esta apuesta por la transición verde le valió una reelección en mayo de 2025 con mayoría absoluta .
En la práctica, Australia no inició ningún plan concreto de energía nuclear. En cambio, las autoridades reforzaron la apuesta por un mix basado en eólica, solar y otras renovables respaldadas por tecnologías de almacenamiento (baterías e hidrógeno), junto con el mantenimiento de capacidad de respaldo térmico y gas natural.
En conclusión, el apagón de 2016 puso en evidencia los desafíos de integrar energías limpias en una red antigua. La respuesta fue reforzar la infraestructura eléctrica y acelerar inversiones en almacenamiento, sin abandonar la agenda renovable. Así, Australia aprendió lecciones valiosas: modernizar la red y prepararse para extremos climáticos, manteniendo el avance hacia un sistema energético más sostenible.