Primarias letales.
El nivel democrático de un partido político puede medirse fácilmente en los procesos de primarias.
Los partidos políticos en los que «siempre» arrasan las listas promocionadas y bendecidas por el amado líder se encuentran en las antípodas de la democracia.
Asistimos estos días a un caso mas de las maneras dictatoriales y de imposición del pensamiento único en las filas de Podemos.
En 2016 ya se sentaron las bases de esta forma de hacer política –un tanto sectaria–, en las primarias regionales de Madrid, imponiéndose Ramón «Olof» Espinar –candidato de Pablo M.– frente a Rita Maestre, perteneciente al sector errejonista que sería laminado a posteriori como en los mejores momentos de cualquier dictadura.
Después llegaría el bochorno de Errejón, Espinar, la lista única y demás.
Todo esto ocurría en Madrid pero en otros lugares no está la cosa mucho mejor.
En Cataluña, primero hubo de dimitir Dante Fachin y mas recientemente Xavier Domenech hubo de hacerse a un lado y todavía no sabemos realmente que ocurrió o el porqué de la espantada.
En Galicia, Bescansa ha tenido que ceder ante el empuje –una vez mas– del candidato oficialista.
En Andalucía han conseguido desmarcarse del amado lider,… por ahora.
Quizás el hecho de que se celebren unas elecciones contribuye a que Pablo M. no haya querido forzar la máquina para echar a Teresa y a su marido y deje para más adelante ese irrefrenable afán de ejercer el poder absoluto en el partido.
Este es el nivel podemita, el aparato arrasa, el cesarismo de Pablo M. resulta insultante hasta para sus propios compañeros.
«Quiero un Podemos en el que haya espacio para todas las ideas y para todos los compañeros y compañeras que han hecho nuestro camino posible» esto decía Pablo M.
Pero la realidad es que Jimenez Villarejo, Luis Alegre, Sergio Pascual, Bescansa, Errejón –y muchos más– o ya no están o están señalados con la marca de Caín.
Todos ellos –en algún momento– se han enfrentado al absolutismo de Pablo M. intentado pensar por su cuenta y eso en un partido marxista-leninista donde la colectividad se sitúa por encima del individuo resulta letal.
Pablo M. está diseñando poco a poco un partido en el que el culto a la personalidad del líder se está convirtiendo en algo enfermizo y comienza a provocar –no ya el estancamiento electoral– sino incluso su caída, de ahí que en varios territorios las luchas son encarnizadas por librarse del yugo absolutista que recorre a la formación de arriba abajo.
¿Es esta la «nueva» política que nos prometieron?
Vaya fiasco.