Macondo, el lugar de lo imposible

Macondo, el lugar de lo imposible.

Gabriel García Márquez imaginó un lugar extrañamente mágico, un lugar de todas las cosas, de delirios, un lugar en el cual el bueno de José Arcadio Buendía jugaba con la idea de obtener la prueba científica de la existencia de Dios.

A todos los que amamos la obra de García Márquez nos ha embargado en algún momento de nuestras vidas la pena por no poder visitar –aunque fuese fugazmente– Macondo.

Macondo, ese lugar en el que se dan cita el amor y el desamor, de santos y demonios, de lo posible y lo imposible.

Ese lugar –imaginado por el escritor colombiano– no puede tener correspondencia en el mundo real, o al menos eso creíamos hasta ahora.

Sin llegar a los extremos novelados por García Márquez vivimos hoy en nuestra querida Fuerteventura situaciones tan condenadamente irreales que bien podrían catalogarse dentro del mas profundo «realismo mágico» practicado por este escritor a lo largo de su carrera.

En esta isla, que sobrepasa de largo las 100.000 almas –entre residentes y visitantes– vivimos asistidos sanitariamente por infraestructuras propias de hace mas de treinta años. Esto es realismo mágico.

En esta isla, seguimos sufriendo –después de mas de diez años de obras sin sentido aparente–, unas vías de comunicación infames en las cuales cada día peligran nuestras vidas. En pleno siglo XXI esto es realismo mágico.

En esta isla, llena de vida, de iniciativas y riqueza siguen existiendo bolsas de pobreza indignas de la sociedad en la que vivimos. Esto también es realismo mágico.

En esta isla, que recibió –mágicamente- una lluvia de millones europeos para construir un Parque Tecnológico, ya comienzan a circular rumores –reales– que nos avisan de su posible cierre por inanición y desidia.

Esta isla, en la que se han enterrado millones en emblemáticos edificios asiste impotente e indignada al cierre temporal por defectos en su construcción. Una vez más realismo mágico.

En esta isla, –mas concretamente en su capital– se ha consumado esta semana el recorte de los horarios en el Centro de Día para Personas Mayores, en otras palabras, nuestros políticos –que son los responsables de la gestión– ya no respetan ni siquiera a nuestros mayores. Esto es realismo, pero en este caso con muy poca magia.

En esta isla, que siempre se ha jactado de un Cabildo saneado y atento a las necesidades de los ciudadanos –algunos más ciudadanos que otros– se encuentra en estos momentos atenazado por la escasez de folios, bolígrafos o papel higiénico. Realismo del bueno y mágico.

Podríamos seguir porque hay muchas más cuestiones que nadie podría creer –una piscina municipal cerrada ya por dos años, un sistema de parquímetros que ha desertizado el centro de la ciudad y –una vez más– primado a algún Centro Comercial frente al pequeño comercio, una avenida inhóspita para los cruceristas que acogemos semanalmente y así podríamos reseñar varias cuestiones más de nuestro realismo diario tan entroncado con lo absurdamente mágico.

Es hora de realidades distintas y en estos momentos se dan ya las condiciones para desalojar de las instituciones la ineptitud y la ineficacia.

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