
Se ha publicado mucho y variado sobre los resultados electorales de este fin de semana en Galicia y País Vasco.
Muchas voces reclaman desde las filas socialistas un cambio urgente ante el riesgo, real creo yo, de desaparecer de la escena política como partido fundamental y vertebrador de la sociedad española.
En lo que nadie se pone de acuerdo es en la profundidad del proceso de cambio que se ha de acometer.
¿Estamos ante un «cambio» simple de cuadros y jerarquías?
Este sería un proceso más cosmético que otra cosa y un auto-engaño. Nos llevaría directamente a la desaparición, no ya como referente social sino incluso como organización real.
¿Estamos ante una «refundación» del partido en general?
Una refundación sería algo así como una «reorganización-limpieza general-sacabrillo», pero no nos llevaría más allá de una puesta a punto de lo que hay, sin llegar a realizar una autocrítica en profundidad del porqué hemos llegado a esta situación crítica.
Una vez que hemos llegado hasta aquí ya sólo nos queda una opción que estimo sería la más profunda y la única que puede sacar adelante a esta organización en este momento.
¿Estamos entonces ante la necesidad crítica de una «regeneración» del partido?
Regenerar significa según el diccionario, «restablecer o mejorar algo que degeneró».
Y esto no admite discusión, hemos degenerado y nos hemos convertido en una partido como cualquier otro al cual se le pueden achacar los mismos males que afectan al resto, corrupción, demagogia, clientelismo y sobretodo temor a perder el sueldo o la prebenda.
Esta situación es la que más afecta a nuestra credibilidad, el hecho de que nos consideren «igual» que el resto, o lo que es peor, a que compañero no le han espetado eso de «son uds. como los de Coalición», y eso sí que duele.
Pues esto tiene poco arreglo si seguimos quedándonos quietos, se impone la necesidad de unirnos y regenerar este partido, pero en serio. Y si hay que pasar ocho o diez años en la oposición pues se pasan, pero los ciudadanos no se merecen este «aparente» acuerdo entre toda la clase política para repartirse el poder a sus espaldas.
Esto comienza a parecerse a la época de los bienios desarrollada entre 1856 a 1868.
En aquellos años los Moderados y los Liberales se turnaban en el poder cada 2 años y así todos contentos.